Después de la inversión –o gasto- que se realiza en materia de vivienda, ya sea que se adquiera o se rente, el siguiente en cuantía es el relativo a un automóvil, de tal suerte que es importante tanto escoger cuál será ese vehículo y, quizá igual de importante, la forma de adquirirlo.
Usualmente la elección del vehículo en particular es una decisión emocional, máxime si se tiene un presupuesto holgado o, mejor aún, si un tercero será quien lo pague (los padres, un mecenas, la empresa, etc.), pero eso lo abordaremos en otro artículo.
En esta ocasión nos enfocaremos al tema de la forma de adquirir el vehículo (de contado, a crédito o en arrendamiento) y sus respectivos pros y contras. En México tenemos la idea de que debemos intentar siempre adquirir los bienes en propiedad, es decir, comprarlos.
Incluso, me atrevería a decir que es una idea o creencia aprendida de nuestros padres o de la sociedad, en general, aunque ha ido cambiando en las generaciones recientes al grado de que prácticamente no quieren comprar nada ni adquirir compromisos financieros.
Pero bueno, si nuestra idea es adquirir el vehículo en cuestión, básicamente tenemos dos opciones: comprarlo al contado o a crédito. Si elegimos la primera opción, nos evitamos el pago de intereses y disponemos del vehículo a voluntad, es decir, podemos venderlo, arrendarlo, regalarlo, darlo en garantía, etcétera, y todo ello gracias a que la factura está a su nombre, sin gravamen alguno.
Las desventajas de esta operación son, por una parte, la descapitalización y, dado que se trata de un gasto, difícilmente vamos a recuperar el dinero destinado y, menos aún, obtener una ganancia por él en una operación posterior.
Ahora, en estos tiempos un tanto extraños, debido principalmente a la inflación y a la crisis de los semiconductores que provocó una menor producción de autos nuevos, podemos vender un auto usado al precio que costó nuevo, pero normalmente los vehículos se deprecian por el solo transcurrir del tiempo.
Otra posibilidad para obtener un rendimiento por la venta de un coche la encontramos en los vehículos de colección, ya sea por su rareza, ediciones limitadas o por volverse “clásicos”, pero eso normalmente sucede con vehículos deportivos, lujosos o que tienen más de 30 años, es decir, no para vehículos de uso diario.
En el caso del crédito -al que se acude básicamente por no contar con el total al momento de la adquisición- es obvio que el pago de intereses incrementa el precio del auto. Pero no solo hay que considerar la tasa –que a diferencia de hace 5 o 6 años, actualmente es alta al llegar fácilmente a los dos dígitos- sino también la comisión por apertura y otros gastos indirectos, como el costo del seguro que usualmente es mayor al adquirirse el vehículo en una operación de crédito, ya que la financiera obliga a contratarlo con la aseguradora con la que tiene un convenio, además de que solo admite la cobertura más alta.
En su defensa, el crédito muchas veces se convierte en la única opción para los que difícilmente juntarían el dinero para ese propósito, máxime por la escaza cultura del ahorro en México y que su único ingreso es un sueldo fijo, lo que implica que básicamente se está comprometiendo un sueldo futuro y quizá, incierto.
Por otra parte, hay diferentes planes, plazos, condiciones y tasas, pero en todos los casos estaremos pagando mucho más por un auto a crédito, que al contado. Lo que hay que ver es qué tanto estamos pagando de más, cosa que pocas personas se toman el tiempo de hacer, porque sin exagerar quizá ese costo llegue al 50% de incremento. Y si no me creen, hagan cuentas.
Aunado a lo anterior, si en el transcurso del plazo la unidad es robada o siniestrada como “pérdida total”, dependiendo del momento en que esto suceda, es muy posible que se quede sin auto y pierda todo lo gastado, puesto que el primer beneficiario del seguro es la financiera, misma que pretenderá recuperar el monto financiado, más los intereses que pretendía cobrar.
Finalmente, la opción del arrendamiento (leasing) tiene muchos beneficios: solo hay que pagar una renta, lo que nos evita tener que dar un enganche; la depreciación del vehículo no solo no afecta el arrendatario, puesto que incluso puede beneficiarlo, si al final del plazo del contrato lo adquiere, lo que en ocasiones puede preverse y, de ser el caso, usualmente a un precio residual; y fiscalmente, es deducible, es decir, el gasto de la renta, seguro y mantenimiento disminuye el monto a pagar de impuesto de la renta.
Sin embargo, si bien esa opción puede ser financiera y fiscalmente la mejor, ésta se encuentra limitada a dueños de negocios (personas físicas con actividades empresariales) o empresas, lo que excluye a un gran número de personas que son asalariados, o bien, son emprendedores que muchas veces trabajan en la informalidad.
Bajo este contexto y máxime cuando las tasas de intereses se encuentran históricamente altas, le recomiendo no comprar un vehículo a crédito -al menos no por ahora- y, si lo hace, al menos tómese la molestia de ver cuánto terminará pagando al final. Otra opción es adquirir un auto seminuevo, pero eso lo analizaremos en el siguiente artículo.
Por Sergio Manríquez: Manriquez992@gmail.com
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